Hemos
visto salir su estrella y venimos a adorarlo. (Mt 2,2)
La
salvación que Jesús ha venido a ofrecer al mundo es para todos los hombres. No tiene
fronteras. El único Dios es el Dios de todos y quiere que todos se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad.
Dios
tiene muchas formas, innumerables, de hacerse conocer por los demás. A los
israelitas les habló por medio de los profetas, a los pastores les habló por
medio de un ángel, a José le habló en sueños y a los magos los ha llamado
haciendo brillar su estrella.
Ellos
no habían conocido las profecías que anunciaron la venida del Mesías pero
supieron interpretar el significado de aquella estrella que los estaba llamando
y sintieron la necesidad de ponerse en camino para encontrar a ese niño recién
nacido y adorarlo. Cuando lo encontraron se llenaron de alegría y cayeron de
rodillas, lo reconocieron como Dios, le ofrecieron sus regalos. Me imagino que
debieron sentir algo tan grande dentro de ellos que se les quedaría grabado
para siempre: ver a Dios en brazos de su madre. Reconocer a Dios en la persona
de un niño pobre y comprender que en él vamos a encontrar la salvación.
Estoy
convencido de que también hoy brilla la estrella de Belén anunciando que Dios
está entre nosotros. El Señor sigue dándose a conocer al mundo y llamando a
todos los que quieren ponerse en camino para encontrarlo.
En
medio de las tinieblas del pecado resplandece la estrella de Belén. En medio de
la desesperanza, de la pobreza o de la mirada pesimista al futuro, está
brillando la luz de Jesús, en medio de la violencia o de la guerra, en medio de
la soledad o tristeza, el Señor no deja de hacerse ver para que caminemos a su
luz.
Yo
mismo me siento impresionado por el atractivo de Belén, de este niño recién
nacido en brazos de su madre. Me siento fortalecido por sus palabras, por su
amor inaudito, por su poder increíble, por esta grandeza tan inmensa que se
muestra en la debilidad de un niño pobre recién nacido.
Esta
luz impresionante es una llamada a ponerse en camino. Yo siento esta necesidad
de ponerme en camino hacia las periferias para encontrarme con el Salvador y
caer de rodillas para adorarlo y ofrecerle mis regalos.
Qué alegría tan grande siento al
encontrarte y ver tu rostro en el rostro de los pobres. Te encuentro en los
niños y en los ancianos, en los extranjeros que han venido a buscar una vida
mejor, en los que dudan o están angustiados. En todos ellos he visto brillar tu
estrella y he sentido tu llamada a adorarte y ofrecerte el oro de mi pureza, el
incienso de mi oración y la mirra de mi vida entregada por amor.