Juan declaró públicamente: "Yo os bautizo con
agua, pero ya viene el que es más fuerte que yo, y a quien no soy digno de
desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y con
fuego. (Lc 3,16)
Estamos muy cerca ya de
la celebración de la Navidad y hoy toda la liturgia nos invita a la alegría.
No se trata de la alegría superficial del consumismo y el ruido, sino de una
alegría profunda que nace de dentro; es la alegría de haber conocido a Jesús
que nos ha traído la salvación.
Yo pienso que los
cristianos tenemos motivos para vivir siempre alegres, porque hemos recibido
una Buena Noticia que está por encima de cualquier dificultad que podamos
afrontar.
San Juan Bautista nos
anuncia al salvador como alguien más poderoso, más grande que trae para
nosotros el Espíritu Santo. Así es Jesús. Pero nosotros sabemos que su poder no
se ha mostrado en grandezas humanas, sino en la humildad de un pesebre o en la
afrenta de una cruz. Pero, aun así, Jesús es el más grande y el más
poderoso, porque en Él se ha hecho presente todo el amor de Dios, su deseo
de rescatarnos del poder del pecado para convertirnos en una gran familia de
hermanos.
Hoy quisiera estar alegre
porque sé que la Palabra de Dios es Palabra de Vida que toca cada día el
corazón de la gente. Porque son muchos los que sienten la fuerza de este
amor para dejarlo todo y entregarse a los demás. Son muchos sacerdotes,
religiosos y religiosas y también laicos, que son capaces de buscar los lugares
más inhóspitos para llevar esperanza a los más pobres de este mundo.
Creo que hay razones para
estar alegres porque sabemos que el amor sigue dominando en el mundo.
Podemos ver la lucha de tantas madres y tantos padres por sacar adelante a sus
hijos, podemos ver el cariño y la dedicación con la que mucha gente cuida de
los enfermos o de los ancianos para hacer más llevadera su falta de salud,
sabemos cómo muchos niños tienen ya deseos de ser útiles y de hacer cosas por
la gente que los quiere. Estos son, tal vez pequeños gestos de cada día, que
nos recuerdan que el bien es siempre más fuerte que el mal.
Son razones para la
esperanza porque, si de verdad nos amamos como hermanos podremos construir
juntos una sociedad más justa y más humana para todos.
Creo que es interesante
la llamada de Juan: ser honrados, no ambicionar más de lo necesario, cumplir
con nuestras obligaciones y compartir con quien no tiene. Pero, tal vez,
sabiendo que veremos a Jesús despojado de todo en un pesebre, podemos sentir un
deseo de dar más y entregarnos totalmente a la voluntad de Dios.
Tú eres la esperanza de los pobres, ellos acuden a
ti y tú les das consuelo en sus penalidades. Ellos son testigos de cuánto haces
por salvarlos y su testimonio es siempre para mí un ejemplo de fe y
perseverancia. Ayúdame a llevar tu luz a la gente con el anuncio de tu Palabra.