Escuchen o no escuchen
—puesto que
son una raza de rebeldes—,
sabrán que en medio de ellos se encuentra un
profeta. (Ez 2,5)
La misión de un verdadero profeta no
consiste en regalar el oído del pueblo para ganarse su favor. Esto es más bien
lo que hacen los falsos profetas, que para ser populares dicen cosas halagüeñas
y reciben el aplauso de la gente, pero con eso no ayudan de verdad a cambiar
las cosas.
El
enviado de Dios tiene que proclamar la Palabra, que muchas veces resulta
molesta, porque nos enfrenta con nuestros pecados y con nuestra vida
equivocada, pero ese anuncio es el que nos puede ayudar a todos para tratar de
convertirnos y volver a Dios, que nos ama y desea de todo corazón nuestra
alegría.
Muchas veces me han dicho que la Iglesia se tiene que modernizar, no en el sentido de usar las nuevas
tecnologías sino en la relajación moral que domina el ambiente. Hay que ser más
modernos diciendo que nada es pecado, que todo vale, que no hace falta confesar
o que tampoco hay que sacrificarse tanto. Pero si nos adaptamos así al
relativismo existente, dejaremos de ser un signo en el mundo, porque no seremos
fieles a la misión de anunciar lo que Dios nos ha dicho y ha quedado recogido
en la Sagrada Escritura.
También me han dicho: "os vais a
quedar solos si no cambiáis de mensaje". Y la verdad es que estamos viendo, con
dolor, cómo la gente se va alejando de la práctica religiosa y como las
vocaciones a la vida consagrada van cayendo de forma alarmante. Pero no podemos
olvidar que no somos dueños del mensaje
sino sólo portavoces. Tendremos que seguir explicando el camino que Dios
nos ha marcado a través de los profetas y, de forma particular, por medio de
Jesucristo. Tendremos que seguir proponiendo como meta de vida las
Bienaventuranzas, como principio de todo el Amor, y tendremos que mirar a Dios
como el Padre que nos ama y que todo lo ha puesto en marcha y lo dirige
todo. Porque el mensaje es éste y no
podemos cambiarlo, guste o no guste. Si fuera verdad que nos quedamos solos
podemos recordar a Jesús en Nazaret, su pueblo, también Él fue rechazado por
sus paisanos, como Pablo que tuvo que descubrir que la fuerza se hace presente
en la debilidad, o como Ezequiel que
sabe que su misión será un fracaso, pero que el pueblo recordará algún día que
entre ellos hubo un profeta.
Necesito
claridad para comprender tu Palabra y audacia para exponerla íntegramente a los
demás. Necesito tu ayuda para ser más coherente con el Evangelio y poder ser un
signo de tu Reino en medio de este mundo. Tengo que saber ser más sincero, más
pobre, más místico y, sobre todo, un verdadero hermano dispuesto a entregar mi
vida a los demás.
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