Dios,
¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará
largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo
del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». (Lc 18,8)
Jesús me habla del poder
de la oración y de la necesidad de orar sin desánimo. Nos quiere convencer de
la bondad de Dios. Para él somos sus elegidos y nuestra oración llega hasta el
Padre y se la toma muy en serio. Pero es necesaria la fe.
Tal vez es comprensible
muchas veces el desánimo porque no vemos con claridad el resultado de nuestra
oración. Yo mismo tengo experiencia de haber pedido, creo que con fe, que se
arreglen muchos problemas. No he dudado ni siquiera en pedir milagros, porque
si ha habido milagros para otras personas también los podrá haber para mí. Pero
no, no he visto que se sanen los enfermos por los que yo oraba ni que
encontrara trabajo la persona que lo necesitaba ni tampoco que entrara en razón
quien andaba por caminos equivocados. He sentido que mi oración no daba fruto.
Sin embargo, Jesús me
anima a insistir porque sabe que Dios es mi Padre, un padre lleno de bondad que
me mira con un amor inmenso y que se preocupa por mí más que yo mismo. Jesús dice
que Dios hará justicia sin tardar pero que es necesaria la fe.
Una vez más me encaro con
mi débil fe.
Cuando me pongo ante Dios tengo dirigirme a Él con fe. Desde la fe trataré de comprender los tiempos de Dios, los caminos que él me va marcando y tendré que aceptar que él interviene a su modo y no al mío. Pero si tengo fe nunca desesperaré porque en todo momento tendré la confianza de que a su debido tiempo veré la respuesta.
No puedo ser ingenuo.
Confieso que todo esto me desconcierta. Pero pienso que Jesucristo me pide algo
sencillo: que insista y que no pierda la esperanza. Yo sé que no basta con alzar
los brazos para que todo se arregle, pero no dejaré de insistir hasta que Dios
me responda.
Te
pido, Señor, que termine la guerra, que se acabe la pobreza, que se solucionen
los problemas que empujan a la gente a arriesgar sus vidas para encontrar una
vida más digna. Te pido, Señor, por los enfermos que tanto sufren y por tantas
personas atribuladas que te buscan y esperan tu respuesta. Levanto los brazos
hacia ti y te insisto día y noche. Aumenta mi fe para que ore constantemente
sin desfallecer.