Al
ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. (Mt 2,10)
Los magos se dejaron guiar
por aquella estrella para ir al encuentro del Señor. La estrella significaba
una gran luz, una gran esperanza para sus vidas, una alegría difícil de contar:
Dios ha entrado en nuestro mundo y ya no hay lugar para las sombras.
Es verdad que en el mundo
hay una batalla entre el bien y el mal. Es verdad que las tinieblas se abren
camino entre nosotros. También los magos pudieron ver con sus propios ojos a
Herodes con su ambición y su maldad, y conocieron a los expertos de la
escritura, que sabían que el Mesías nacería en Belén pero que no parecían
interesados en ir a encontrarlo. Son las sombras del pecado, del mal, del poder
del diablo o como queramos llamarlo, están en nuestro mundo y dejan notar todo
su mal. Pero los magos han visto la estrella, han encontrado la luz que los
lleva a Jesucristo.
La estrella es la luz del
Señor que viene a alumbrar este mundo. No es la iglesia, no soy yo, es el Señor
el que ilumina todas estas tinieblas. El Señor ama a este mundo porque lo creó
por amor y quiere llenarlo de su amor. Esta luz se deja ver y muchos la
encuentran y caminan hacia ella y vienen de todos los lugares del mundo.
Es la luz del que sabe
superar los afanes terrenos porque mira más allá y descubre el valor de los
bienes celestiales; es la luz del que ha encontrado a Jesucristo y sabe que ya
su vida no tiene otro sentido que el Evangelio. Es la luz de todos aquellos que
viven una vida de oración y de unión profunda con Dios, aunque para el mundo
pueda parecer un asunto inútil. Es la luz del que tiene una alegría profunda
que brota en cada instante y no decae ni siquiera ante los grandes problemas y
los sufrimientos. Es la luz del que se ha llenado del amor de Jesucristo y va
irradiando ese amor por donde quiera que va, transmitiendo alegría y paz a
todos los que se encuentra. Es una luz que se pasa de unos a otros y va creciendo
de forma sorprendente ante nuestros ojos.
Esta luz viene de
Jesucristo que ha entrado en este mundo y se ha quedado con nosotros para
siempre.
Hoy es un día para abrir
los ojos y encontrar la estrella para ponerse en camino y seguirla hasta llegar
al mismo Cristo. Pero también es un día para unirnos a Jesús y ser una estrella
que brille y señale a otros dónde está el Señor.
Ya
que tú eres la luz deja venir un rayo de tu divina luz sobre mi pobre alma para
que yo pueda verte y comprenderte. (A. Chevrier)